La curiosidad mató al gato

Nuevamente, por segunda semana, cambio el tema correspondiente, el del pasado no era bueno esperar y este por intuición interior, aunque diría que hasta exterior porque en los últimos meses he estado meditando con un alto grado de intensidad sobre la indiscreción. Usted dirá que cuál es la relación que guarda con el título, pero prometo que al continuar leyendo lo entenderán.
He tomado tres cursos de etiqueta y protocolo, sin mencionar la asignatura homónima que se imparte en la universidad, en mi caso como parte de la maestría; todo con la finalidad de ser más sociables, pero creo que mientras más cursos especializados hago más me abrazo a mi posición original… aun no aclaro nada ¿verdad? El ser humano fue creado para ser un ente social pero esa naturaleza cada vez se ve atrofiada por las malas costumbres, como la falta de respeto y la indiscreción tan mal vista en los tiempos antiguos, principalmente demandada a las mujeres de virtud y a los hombres de honor; si la o el individuo gozaban de todas las cualidades pero carecía de esta lamentablemente no era una persona fiable y por tanto un antisocial, concepto que podría definir como todo lo que interrumpe el compartir ameno entre dos o más personas.
Profesiones diversas que exigen en las plazas laborales esta virtud, que no confían en que usted o alguien lo diga sino que apelan a especialistas de la Sicología para garantizarlo; los militares, embajadores, doctores, abogados, contables… prácticamente todas; hasta a los periodistas por muy contradictorio que suene, tanto que hasta la ley respalda los casos en los que se requiere su prudencia manifestada por el silencio.
La indiscreción no es un tema que se toque en las clases de etiqueta y protocolo. A la conclusión llegué mientras escaneaba en mi mente el conocimiento adquirido; error fatal no hacerlo porque usted podrá impresionar en una cita por si hermoso aspecto y atraer a atención de todos pero cuando que desnuda esa debilidad habrás arruinado tu reputación a tal punto que eviten tu presencia. En mismo Dios se preocupa en esta parte y a pesar de que no recuerdo ni el libro, ni mucho menos los capítulos y versículos, el contenido siempre lo tengo presente: el que cuida su boca y su lengua su alma guarda de la aflicción, otra versión dice angustia. También un buen ejemplo es el anuncio de Alkaserzer en el que sitúa un mal comentario indiscreto como un gestor de la indigestión. Crecimos oyendo a nuestras madres y vecinas hablar sobre “la metiche”; en canciones… nunca con elogio siempre con rechazo, pero aún así nos resistimos a aplicarla a nuestra vida, los que hablan de sí mismos se afectan e incluyen su entorno cercano dando poder a agentes externos; los que investigan sobre los demás de igual manera porque además de afectar la imagen ajena atrae desgracia a su vida.
Pero ¿qué hay de los que preguntan respondiendo a su curiosidad? Denotan interés por la vida privada, lo cuál es indiscreción. ¿Para qué conocer el salario del otro; o la edad; la preferencia sexual; las personas con quién vive; los motivos de un proyecto; la relación con….? Quien lo hace es una persona indiscreta no confiable; quizá envidiosa que en su afán de replicar patrones cuestiona para lograrlo; por tanto no sociable. Los proverbios populares por lo regular vienen cargados de sabiduría que merece la pena prestarles atención… cuando se dijo que “La curiosidad mató al gato” fue porque un acontecimiento negativo acompañó a algún indiscreto.
Los invito a que nos analicemos y comencemos a trabajar nuestra persona social porque es agradable para la persona interior y a la vez a quienes nos rodean… personas sociables es la demanda del mundo actual, ¡respondamos a ella y librémonos de la angustia, de toda aflicción!


Esto aún no termina... Buscando imágenes me encontré con este artículo que me ha parecido excelente, entiendo que complementa lo que he escrito posicionándose del otro lado de la moneda, por eso lo he copiado íntegramente y copio el link por si prefieren visitar la página: 

https://tusbuenosmomentos.com/responder-preguntas-indiscretas 
tus buenos momentos

Qué responder ante preguntas indiscretas
Esta entrada es bastante práctica. Encontrarás ideas variadas para salir airoso de las preguntas indiscretas.
¿Cómo acostumbras a sortear esas situaciones?
Estás en una reunión o vas tan tranquilo por la calle y, en un instante, te encuentras frente a alguien que te lanza una pregunta indiscreta.
Desearías responderle: “A ti qué te importa” (“Métete en tus asuntos”… o algo similar.)
Pero, por tal de guardar las formas, terminas dando explicaciones que no te apetecen, lo cual hace que te sientas molesto contigo mismo y resentido con la persona curiosa.
Apuntemos ideas para que esto no vuelva a suceder. Y comencemos aclarando qué es una pregunta indiscreta.
A la mayoría nos suena que hay temas delicados sobre los que, generalmente, es preferible no preguntar. Pero quien decide qué preguntas son inoportunas, incómodas o indiscretas es la persona que las recibe.
Por ejemplo, una persona que esté muy contenta en su trabajo puede estar encantada de responder: “¿Qué haces para ganarte la vida?”
En contraste, quien las esté pasando moradas en esta área, es probable que no tenga ganas de hablar del tema con cualquiera.
Las preguntas que una persona considera incómodas son únicas para ella misma. ¿Cuáles son las que tú consideras indiscretas?
¿Cuántos años tienes? ¿Estás casado? ¿Crees en Dios? ¿Cuál es tu número de teléfono? ¿Tienes casa propia?
Las que sean. El punto es que no te apetece responderlas. ¿Por qué las respondes, entonces?
Los motivos pueden ser variados: La pregunta te pilla por sorpresa; no quieres ofender a quien la hace; no quieres parecer maleducado; o no sabes qué otra cosa decir para salir airoso…
Ideas para afrontar esas preguntas indiscretas
Apuntemos algunas ideas para practicarlas.
1. Escucha la pregunta y frena. Si tienes la corazonada o la certeza de que te vas a arrepentir de contestarla, hazles caso. No tienes porqué dar explicaciones sólo porque te las pidan.
2. No seas agresivo o cortante, si no hay necesidad. Hay personas curiosas que preguntan por hacer conversación, sin ánimo de molestar. Contestar: “¿A ti qué te importa, estúpido?” es más impertinente que la pregunta inicial.
3. Refiérete a ti. Suena agresivo contestar poniendo el acento en el otro: “Eres un chismoso.” Más respetuoso y responsable es hablar de cómo se toma uno la pregunta: “(Yo) No quiero hablar de eso ahora.”
4. Indaga más, si aún no has decidido si responder o no: “¿Cómo te enteraste de eso?” “¿Para qué quieres saberlo?”
5. Dile cómo te sientes compartiendo esa información. Ejemplos: “Me sorprende que me lo preguntes.” “No me siento cómodo hablando de mis asuntos personales en el trabajo.”
6. Da una respuesta vaga. Por ejemplo: “Mi edad no se la digo a nadie.” “No me gusta hablar de política, religión…”
7. Si el curioso presiona para que respondas la pregunta, repite la respuesta: “Ya te he dicho que…”
8. Si sigue insistiendo, salte del bucle: “Me gustaría cambiar de tema.”
9. Usa el sentido del humor. Si es apropiado y tienes una ocurrencia divertida para salir de esa situación incómoda, úsala: “¡Oh! Ahora que lo dices, ¡no me acuerdo!”
10. Ya que has dado un paso adelante, diciendo que te sientes incómodo, que no quieres responder o lo que sea que le hayas dicho a la persona, no vuelvas atrás por ese pellizquito de culpa y reveles información que no deseas compartir con ella.
Cuando estás acostumbrado a pasarte de educado y a responder formalmente a todas las preguntas que te hacen, es difícil empezar a poner límites. Pero para eso está la práctica.
Uno puede seguir siendo educado: “Gracias por preguntar. Preferiría hablar de otra cosa…” Es el miedo a quedar mal lo que muchos hemos de superar. Estamos en ello.



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